2 de jun. de 2010

Carl O. Sauer - A morfologia da paisagem (parte 2)

La introducción de la morfología en la geografía y sus resultados. El término y el método fueron introducidos de manera formal en la geografía por primera vez por Karl Ritter, cuya restauración de la geografía alcanzó finalmente el éxito, no en la cosmología idealista que había abrazado, sino porque después de todo él sentó las bases para el estudio comparativo de regiones. De allí en adelante, quizás porque había tanto qué hacer, los estudios morfológicos fueron rápidamente estrechados, de modo que atendieran únicamente la forma superficial de la tierra. La definición clásica de Griesenbach según la cual “el sistema morfológico ilumina, al fijarse en la relación de las formas, la oscuridad de su descendencia”21 fue aplicada con resultados fatídicos al campo de la geografía.. La restricción de las formas al relieve, y el interés en el origen de estas formas, estableció poco después, bajo el liderazgo de Peschel, v. Richthofen y de la Nöe, la indagación genética que fue llamada geomorfología.22 Apoyada en un principio en la ingenua clasificación descriptiva de las formas del suelo, como por ejemplo en la Morphologie der Erdoberfläche, de Pneck, que es morfología corológica, la tendencia dominante fue la de clasificar sobre la base de procesos, y retrotraer estas formas a otras, más y más remotas. Los historiadores genéticos de la forma del suelo llevaron a cabo una creciente invasión del campo de la geología. El paso final consistió en que algunos de estos especialistas perdieron de vista casi por completo las formas actuales del suelo y se dedicaron a la construcción de formas teóricas deducidas de procesos físicos individuales. La derrota de los fines geográficos, de allí en adelante, fue casi completa, y tal geomorfología se convirtió en una rama separada de la ciencia general de la tierra.

Esta morfología genética autónoma condujo de manera inevitable a una reacción adversa por parte de los geógrafos de mentalidad corológica, no porque el trabajo no estuviera hecho con cuidado, sino porque se tornó irreconocible como geografía.23 Desafortunadamente, un nombre de alcance muy general fue aplicado a una disciplina muy especializada. Al amparo de este uso equívoco del término ha ocurrido una tendencia a descuidar, por tanto, las posibilidades del método morfológico. Vidal de la Blache, antes quizás que ningún otro, se percató de la situación y restableció a la morfología en su posición correcta. Las monografías regionales procedentes de su escuela expresaron de manera mucho más adecuada que nunca antes el pleno contenido de la forma y la relación estructural del paisaje, descubriendo en el paisaje cultural la expresión culminante del área orgánica. En estos estudios, por ejemplo, la posición del hombre y sus obras es, explícitamente, las de las formas finales y más importantes en cuanto a formas y paisaje.

La perversión de los fines geográficos en la definición de la morfología como el estudio causal de las formas del relieve se hace evidente a partir de las siguientes consideraciones: (1) El relieve es tan solo una categoría del paisaje físico y de ordinario no es la más importante; casi nunca provee la base completa de una forma cultural. (2) No hay una relación necesaria entre el modo de origen de una forma de relieve y su significado funcional, el asunto del que más directamente se ocupa la geografía. (3) Una dificultad inevitable con una morfología de las formas del relieve puramente genética consiste en que la mayor parte de los actuales rasgos del relieve de la tierra son de orígenes muy entremezclados. Tras las formas del presente subyace asociaciones procesales, formas previas o ancestrales, y expresiones de tiempo casi inescrutables. De ahí que, al menos para el presente, la morfología genética aísla aquellos elementos de forma que ceden al análisis causal. Al seleccionar aquellos hechos del relieve que son legibles en lo que hace a su génesis, descuida algunos, incluso muchos de los hechos del relieve, y abandona por tanto la síntesis estructural incluso del segmento seleccionado en el paisaje, hasta donde concierne a la corología.

En el último entusiasmo por los estudios del relieve, los climatólogos fueron amontonados en una posición relativamente oscura. Aún así, en su mayoría escaparon al empeño geográficamente estéril del método genético puro. La climatología ha sido fenomenológica antes que genética. A pesar del escaso conocimiento acerca del origen de las condiciones climáticas, los hechos del clima han sido sintetizados en términos de su significado geográfico del modo más admirable. En particular, la serie de intentos de Köppen en materia de síntesis climática, cuidadosamente desarrollados en cuanto valores bióticos críticos, admirablemente restringidos en cuanto a su explicación genética, se cuentan entre las contribuciones más importantes de esta generación, si no la más importante, para una morfología geográfica general. Objetar el equívoco del término morfología es más que un asunto de mera nomenclatura; es un hábito al que nos hemos dejado arrastrar, y que ha restringido nuestro alcance. Quizás algunos de los propósitos entrecruzados dela geografía actual puedan ser rastreados hasta la falla en reconocer que todos los hechos del sujeto deben ser organizados por un sistema general, a través del cual, únicamente, sus relaciones pueden ser determinadas.

Descripción sistemática preparatoria

El primer paso en el estudio morfológico. Históricamente, “la geografía comenzó con la descripción y el registro, esto es, como un estudio sistemático. Desde allí procedió a ... la relación genética, la morfología”.24 El estudio geográfico aún es iniciado de esa manera. La descripción de los hechos observados ocurre a partir de algún orden predeterminado que representa un agrupamiento preliminar del material. Tal descripción sistemática ocurre para los propósitos de la relación morfológica y es realmente el inicio de la síntesis morfológica. De ahí que pueda ser diferenciada de la morfología, no del todo en principio, pero en el hecho de que se ubica a un nivel crítico más bajo. La relación no es disimilar con la que existe entre la taxonomía y la morfología biológica.

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